En el sótano del cine, también estaban los baños o servicios de señoras y caballeros que compartían su uso con una sala de fiestas también de género trifolium y de nombre comercial “Trebol Club”. La sala de baile se apellidaba igual que aquellos “club” nocturnos de de la Ley Seca de los años 20 en New York. Y se me viene un “flash” a la cabeza de la película “Cotton Club” de 1984 del director ítalo americano Francis Ford Coppola que fue protagonizada, entre otros, por Richard Gere y Duke Ellington y distribuida por la Metro-Goldwyn-Mayer, el estudio de cine cuya cabecera era un fiero león.
Mis primeros ocho años de existencia, la pasé en la calle Dos Amigos donde mis padres vivían de alquiler en unas casas que denominaban las de Pachón, que eran unos señores y señoras que tenían una ebanistería en El Reguerón a la entrada de Cangas viniendo de Oviéu/Oviedo. Aquellas casas de alquiler estaban hechas de cemento y hormigón, no tenían ascensor sino unas empinadas escaleras y estaban todos los pisos llenos de familias con hijos, eran los tiempos de “baby boom” del desarrollismo español. De aquel piso tengo pocos recuerdos, solo una explosión de la olla exprés que estaba preparando un cocido de garbanzos y dejo la cocina como un auténtico planetario, estaban los garbanzos estampados en techos y paredes, así como el resto del compango.
Los ochos primeros años de mi vida fueron en Dos Amigos, aunque nos habíamos mudado de vivienda a la calle Uría; la calle Dos Amigos seguía siendo mi barrio. En el Paseo (antiguo Paseo Dámaso Arango) cuya denominación oficial en los años 70 era la Calle Uría. Que no fue una copia de Oviedo y Gijón como mucho ignorante piensa, porque el ingeniero UrÍa era cangués y natural del pueblo de Santa Olaya. En la calle Uría, mis padres (y sus socios) habían construido un lujoso y moderno edifico con ascensor y calefacción central de cinco plantas, eran cinco familias y cada socio ocuparía un piso. El diseño de los mismos fue cosa de mi madre que era una artista y mi padre el gerente de la misma (Cine Trebol S.L.) ya que además de exalcalde, era abogado, sobradamente preparado y estudiado para lidiar con pleitos, sobresaltos y obras. Además había mamado en la confitería de mi abuelo Juaco López y en la ferretería de su tío Saturio Morodo como se gestionan los negocios.
La calle Dos Amigos o de Correos era mi pequeño país, sus fronteras estaban perfectamente delimitadas. Desde el final de la cuesta de La Veiga hasta El Caleal que era una caleya, casi un semitunel de pudinga abierto al cielo, donde estaban adosadas a la roca pequeñas casas con corredores de colores al oeste. Por el sur, empezaba la calle en la esquina del muro del solar de mi abuela La Astorgana, donde estaba la cartelera del cine hasta la esquina de la Sala de Juegos del Chulo. La frontera sur era la principal, los nenos y las nenas éramos como espaldas mojadas de un “bordeland” entre nuestro pais de Dos Amigos y la villa de Cangas. Recuerdo el día que velozmente salté la raya de la frontera con mi bicicleta, fue la misma sensación que cuando todos vimos en 1969 a Neil Armstrong con su nave Apolo 11 pisar por primera vez la Luna, pues yo era la primera vez que pisaba la plaza de la Oliva.
Se le llamaba tambien de Correos porque estaba la oficina de dicha institución en el número 4. El primer número par, era territorio prohibido, al que no se podía entrar porque era una sala de juegos, no como las que ahora enganchan a miles de jóvenes en apuestas con dinero, sino que era un lugar de encuentro y ocio de los adolescentes y jóvenes que jugaban principalmente al billar y las máquinas de “pinball”. Que como Tommy en la ópera rock de los The Who se pasaba no horas sino toda la película con la “pin ball” entre sus manos. “Pinball Wizard” fue una canción escrita por Peter Townshend que estaba de moda en el año 1969, cuando yo cumplía 3 años de edad. Dicho tema formaba parte de banda sonora de la película “Tommy”ópera rock por The Who, que era la banda favorita de la juventud “mod” de los años 70.
Alguna vez entraba en la sala de juegos de “El Chulo” a hurtadillas. Me hipnotizaban las luces de aquellas máquinas que hacían chocar las bolas de acero contra las setas de colores, que luego se caían por agujeros con constantes ruidos sonoros.
En esos años la calle era un buen patio de vecinas, llena de amas de casa, y en Cangas del Narcea lo más importante fue siempre La Descarga, el rumor, y “un buen gochu” como decía Suárez Cantón. Era “vox populi” que mi novia, decían que la primera, era una niña que se llamaba Juani. Ante tanto cotilleo vecinal, en un pequeño tendejón que había en la huerta de El Caleal le pregunte a Juani si yo le gustaba, y me confesó que le gustaba más una chica rubia del portal 2. De aquella pensaba que era por sus muñecas, pero con el tiempo reflexioné que ella siempre estaba conmigo por mis camiones. Asi que toda la opinión pública estaba equivocada y piensas qué cuántas mujeres quemó la Santa Inquisición por sospechas de brujería que eran inocentes de tales prácticas, cuántas mujeres y hombres lapidaron en plazas públicas por simples sospechas infundadas.
Aquella rubia exhuberante del portal 2 era la Marilyn Monroe de Dos Amigos, le gustaba a mi amiga Juani y a mí también. “Con faldas y a lo loco” dirigida por el maestro Billy Wilder y estrenada en 1959, fue la mejor película de aquella malograda actriz fallecida en 1962 por una sobredosis de barbitúricos. Ambientada en los años 20 de la Ley Seca fue un largo muy cómico, quizás de las mejores comedias del cine con Jaclk Lemmon y Tony Curtis disfrazados de mujer para huir de la mafia.
Yo tenía la mejor flota de camiones de juguete de toda la calle y seguramente de todo Cangas, no por ser un pequeño burgués adinerado, sino porque ya hacía mis negocios. En un entorno social que había niños y niñas de padres camioneros, mineros, carpinteros, sastres, médicos, hosteleros (…) y donde la clase media crecía en España, impulsada por la política energética y el desarrollo industrial del franquismo. La calle era interclasista, pero quizás mis padres despuntaban porque que eran hijos de buenas familias y en los años 70 eran empresarios de éxito con el cine y de horeca con su sala de fiestas. De hecho el nuevo edificio del Paseo acabado en el año 1974; donde se mudaron las cinco (5) familias socias no tuvieron que pagar nada por sus nuevas viviendas, ya que el promotor de la misma fue Cine Trebol SL.
Era el año 1975, estaba en séptimo de EGB, había muerto Franco y ya no vivía en la calle Dos Amigos pero seguía siendo mi calle. De dónde sacaba para pagarme aquella maravillosa flota de camiones de juguete que tanto gustaba a los guajes de la calle y también a mi amiga Juani que siempre estaba conmigo, como pegada.
Yo no tenía dinero para aquel despliegue en vehículos de transporte que estaban tan de moda, entre otras cosas, juegos, colecciones de pegatinas, bolas de gua, yoyós etc. Yo me monte mi negocio paralelo al cine, vendía los afiches y fotogramas de la películas proyectadas que eran depositados en un almacén en la segunda planta y que como propaganda usada muchas veces acababa en la basura. El producto más cotizado no eran los afiches de las películas oscarizadas o premiadas en diferentes festivales ni los “blockbuster” o éxitos de taquilla. El mercado que tenía montado a comienzo de los años 70 era alrededor de las películas de karate al igual que en los años 60 las del oeste o “wester”. Mis clientes que eran bastantes “frikis” y “noob” no me pagaban con dinero porque tampoco no lo tenían sino como el juguete de moda, aquellos vehículos a escala de transportes de mercancías que les regalaban sus padres, yo cobraba en camiones. La “Operación Dragón” del año 1973 fue una de las mejores de la serie de Bruce Lee, que en lo mejor de su carrera había entrado en el mercado de EEUU, pero una muerte prematura ese mismo año, a los pocos meses después de terminarla, acabó con mi negocio de los camiones.